“Queríamos hacer algo que trascienda el colegio y que pueda ayudar a la sociedad. Ahora, queda que el juego sea testeado por los niños neurodivergentes para ver su eficacia”, relatan las estudiantes.
Se considera neurodivergente a toda persona cuyo funcionamiento cerebral es diferente de lo que se considera ‘neurotípico’, es decir, de la norma socialmente establecida. Bajo este paraguas, por ejemplo, están las personas con autismo, dislexia, trastorno por déficit de atención hiperactiva, dispraxia, Síndrome de Tourette o discalculia. En el país, no existe información ni estadísticas oficiales acerca de la cantidad de personas neurodivergentes que hay.
Por ejemplo, en el caso del autismo, la Fundación Neurodiversidad, una ONG rosarina, afirma: “Los números que hoy se manejan son una extrapolación de la prevalencia global (alrededor del 1 al 2 por ciento de la población), lo que significa que en realidad no sabemos con exactitud cuántas personas autistas viven en Argentina”, definen. Según calculan junto con la Asociación Argentina de Pediatría, en el país hay 500 mil personas con autismo, casi el 46 por ciento reside en el Área Metropolitana de Buenos Aires y el 85 por ciento es menor de 14 años. A nivel global, la Organización Mundial de la Salud considera que 1 de cada 100 niños tiene autismo.
Cerebros que funcionan distinto
Los términos “neurodivergente” y “neurotípico” son, a su vez, subconceptos dentro del de “neurodiversidad”. Este fue acuñado por la socióloga australiana Judy Singer en la década de los noventa y su objetivo era reconocer que existen distintas formas de funcionamiento neurológico entre los seres humanos. En esta línea, el juego creado por las alumnas de la ORT contempla ese reconocimiento y aceptación de las diferentes maneras en las que un cerebro puede funcionar.
Según relató en ocasiones Singer, la palabra “neurodiversidad” decanta de otros términos: neurociencia y biodiversidad. En los años 90, la socióloga y también activista detectó que había comunidades en línea de personas autistas que relataban sus experiencias comunes y sus formas de pensar diferentes, y buscó ponerle un nombre a este movimiento.

En una entrevista al diario británico The Guardian, Singer afirmó que sabía lo que hacía al acuñar este término: “’Neuro’ era una referencia al auge de la neurociencia. ‘Diversidad’ es un término político; se originó con el movimiento por los derechos civiles de los negros estadounidenses. ‘Biodiversidad’ también es, en realidad, un término político. Como palabra, ‘neurodiversidad’ describe a toda la humanidad. Pero el movimiento de la neurodiversidad es un movimiento político para quienes reclaman sus derechos humanos”.
De esta manera, al igual que hizo Singer, el juego de las alumnas avanza en el camino de la inclusión y aceptación de los distintos funcionamientos que tiene el cerebro.