Los científicos Susumu Kitagawa, Richard Robson y Omar Yaghi fueron distinguidos con el Premio Nobel de Química por el desarrollo de las estructuras metalorgánicas, materiales que se pueden aplicar en el campo de energía, salud y ambiente. Investigadores del CONICET explican por qué este hallazgo cambió las reglas del juego en la ciencia de los materiales
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)- En los laboratorios de química también se juega. Solo que, en lugar de piezas de plástico, se usan átomos casi invisibles. Iones metálicos y moléculas orgánicas se ensamblan como pequeños bloques hasta formar estructuras gigantescas, flexibles, capaces de respirar, de atrapar gases, o, incluso, transportar fármacos.
Ese fue el hallazgo que llevó al japonés Susumu Kitagawa, al inglés Richard Robson y al alemán Omar Yaghi a recibir el Premio Nobel de Química 2025. Sus investigaciones sobre las estructuras metalorgánicas, conocidas como metal-organic frameworks o MOF, abrieron un nuevo campo dentro de la química moderna: la creación de materiales diseñados átomo por átomo, con propiedades que hasta hace unas décadas sólo podían imaginarse.
Según declaraciones de Heiner Linke, presidente del Comité Nobel de Química, recogidas por la Real Academia de Ciencias de Suecia, “los marcos metal-orgánicos tienen un potencial enorme, brindando oportunidades sin precedentes para crear materiales a medida con nuevas funciones”.
“Las redes metalorgánicas son compuestos cristalinos que se forman por la combinación de iones metálicos y moléculas orgánicas. Así, forman superestructuras que presentan cavidades bien definidas, actuando como si fueran nanojaulas o nanoesponjas”, explica a la Agencia CTyS-UNLaM Germán Gómez, investigador del CONICET y profesor en la Universidad Nacional de San Luis (UNSL).
Esa porosidad, dice Gómez, les da una versatilidad enorme: “Son útiles para la captura de gases como el dióxido de carbono, para purificar agua o para detectar compuestos tóxicos para la salud humana”. Desde su laboratorio en la UNSL, Gómez diseña MOF orientados a la detección de agrotóxicos, iones metálicos y compuestos volátiles, con aplicaciones en monitoreo ambiental.
En otras palabras, los químicos pueden diseñar un MOF a medida: elegir los metales, las moléculas y la disposición interna de los poros para obtener materiales “inteligentes” con funciones específicas.
Un nuevo juego de “LEGO” para la química
Para Galo Soler Illia, investigador del CONICET y director del Instituto de Nanosistemas de la Universidad Nacional de San Martín, el Nobel de este año premia algo más que una técnica: pondera una manera distinta de pensar la materia.
“Lo genial de este premio -explica Soler Illia- es que estos tres científicos y muchos otros crearon una especie de nuevo juego de ‘LEGO’, usando piezas que todos los químicos conocemos: iones metálicos y moléculas orgánicas. Pero los combinaron con tanta imaginación que lograron construir, de manera relativamente sencilla, edificios gigantescos, materiales nuevos, una variedad enorme de estructuras que se pueden usar para absorber contaminantes, almacenar combustibles o encapsular fármacos”.
Según Soler Illia, la revolución de los MOF está en su sencillez combinada con potencia. “Se puede hacer con inventiva y con una química relativamente simple una cantidad impresionante de nuevos materiales. Eso es lo que sabemos hacer los químicos: nueva materia a partir de bloques de construcción. Y estos colegas lo llevaron a la perfección.”
El investigador también destaca el trabajo de Germán Gómez, quien se formó en su laboratorio: “Desarrolló toda esa línea en San Luis y hoy la lidera. Es un ejemplo de cómo un descubrimiento internacional se vuelve motor de investigación local”.
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