Diciembre es un mes que no pasa desapercibido: se juntan los cierres de actividades, los exámenes, los encuentros con amigos y familia, las despedidas, los balances, la organización de las vacaciones, y a esto se le suman las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Todo eso junto puede ser factor de felicidad y diversión, pero también de estrés y angustia. Algunos profesionales lo llaman el “síndrome de diciembre”, que consiste en el aumento de los niveles de tensión y ansiedad, y la sensación de que los días corren más rápido y no se puede cumplir con todas las actividades. En paralelo, para poder sobrellevar el mes y llegar a enero, suelen aumentar las consultas por salud mental a psicólogos y psiquiatras.
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, la reconocida psicóloga Alicia Stolkiner cuenta: “En esta época, se incrementan las consultas en guardias por crisis de salud mental e, incluso, las internaciones. En algunos casos, estas crisis corresponden a procesos estacionales, por ejemplo, durante el invierno en los países nórdicos aumentan los casos de depresión. Ahora bien, en Argentina se corresponden más con el estrés que generan las fiestas”. Estos eventos rompen con la cotidianeidad al requerir organización, que las personas se vistan de otra manera o que coman comidas que no son frecuentes.
En paralelo, se acumula el cansancio de todo el año y se suman las exigencias de reuniones sociales, encuentros y festejos, y el cierre de ciclos escolares, laborales y personales. “Inclusive, hay personas que no festejan la Navidad o tienen el Año Nuevo en otro momento, como el caso de la religión judía, pero desde el punto de vista del almanaque, está presente esta sensación de que se termina el año. Todas estas cosas marcan ciclos que tienen un peso en la subjetividad y el psiquismo“, relata Stolkiner. Además, están quienes evalúan si cumplieron todas las metas que se habían propuesto durante el año, quienes definen si pasarán las fiestas solos, con amigos o en familia, y quienes sufren sentimientos como la soledad y la angustia en un momento del año que exige estar felices, aunque no tenga por qué ser así.
“A esto se le suma el papel de la economía: las cosas aumentan, hay gente que cierra el año habiendo perdido un trabajo, o quienes ven que antes su sueldo les alcanzaba, se empobrecieron y ahora necesitan ayuda para llegar a fin de mes. En ese marco, también está la exigencia de comprar regalos, de ver a quienes sí y a quienes no se invita a las fiestas y otras cuestiones”, plantea la especialista.
Para afrontar el mes de la mejor manera posible Stolkiner recomienda bajar la sobreexigencia y ser cuidadosos con la autoevaluación que se hace. “No necesitamos tener la mejor fiesta, ni el regalo más caro, en caso que se pueda regalar, para llevar estas semanas”, afirma. Otros profesionales también sugieren hacer actividades que conecten a las personas con el momento presente y no con la vorágine de diciembre, como realizar cosas que hacen bien, hacer ejercicio físico, salir a la naturaleza, buscar tiempo libre para uno y respetar los límites personales.




