Sofocos: ¿qué ocurre con el termostato del cuerpo durante la menopausia?

Un súbito e intenso calor asciende desde el pecho a la cabeza. Aparece el sudor y, un poco más adelante, el corazón se acelera y la cara se enrojece. No es la descripción de alguien que ve a una persona que le resulta atractiva. Es algo que experimentan millones de personas: un sofoco. Desde la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes te contamos las razones detrás de este síntoma, tan temido como popular.

La menopausia es una etapa biológica natural en la vida de las mujeres que marca el fin de la capacidad reproductiva. Su diagnóstico oficial llega después de doce meses consecutivos sin menstruación y suele ocurrir entre los 45 y los 55 años. Viene acompañada de una disminución progresiva de las hormonas sexuales, principalmente de aquellas producidas por los ovarios: los estrógenos. Sin embargo, ¿cómo se explican los sofocos?

Los estrógenos tienen funciones más allá de las reproductivas e influyen directamente en el control del hipotálamo, una región que se ubica en el centro del cerebro, por debajo de la hipófisis. Esta parte es la encargada de la regulación de la temperatura del cuerpo. En concreto, recibe y procesa señales fundamentales para ajustar la pérdida y la producción de calor para mantener el equilibrio alrededor de los 37 grados. Cuando la producción de estrógenos cae, el hipotálamo se vuelve más sensible a pequeños cambios de temperatura, y su reacción se vuelve desmedida. En condiciones normales, el cuerpo es capaz de mantener una temperatura estable sin necesidad de activar mecanismos de enfriamiento o calentamiento. Con menos estrógenos, esto naturalmente cambia.

En la menopausia, el más leve aumento de temperatura dispara una respuesta exagerada por parte del hipotálamo. Lo que ocurre le es familiar a todas las mujeres que ya festejaron su cumpleaños número 50: piel enrojecida y sudoración intensa. La primera es a causa de la dilatación de los vasos sanguíneos cercanos a la piel, lo que incrementa el flujo sanguíneo y facilita la reducción del pequeño exceso de calor. Lo mismo ocurre con la sudoración intensa, que facilita el descenso de la temperatura gracias a la pérdida de agua.

Ahora bien, el sofoco no se siente en todo el cuerpo por igual, sino que se concentra en la zona de la cabeza y el cuello. Esto ocurre porque los vasos sanguíneos más afectados son los del tórax, el cuello y el rostro. En esa porción hay una extensa red de capilares con una gran capacidad para liberar calor. Por otra parte, la caída de estrógenos también produce un descenso en neurotransmisores como la noradrenalina y la serotonina. Ambos participan en la regulación del estado de ánimo, pero también de la temperatura. Como si esto fuera poco, los desequilibrios en los neurotransmisores pueden intensificar la frecuencia y severidad de los sofocos.

Los sofocos representan una manifestación visible del intrincado reajuste hormonal que atraviesa el cuerpo durante la menopausia. Es una transición biológica que, si bien es conocida, aún guarda muchos secretos y tabúes. Entender qué es lo que ocurre desde una perspectiva científica también es una forma de ponerle conocimiento, y no solo paciencia, a esta etapa de la vida.

Por Nadia Chiaramoni