La desigualdad en los ingresos impacta en numerosos aspectos de la vida de las personas. Entre ellos, tiene efectos directos en la salud mental de infantes y adolescentes, que constituyen, precisamente, períodos fundamentales del neurodesarrollo. Para conocer el impacto, un grupo de científicos del King´s College de Londres y la Escuela de Medicina de Harvard de Estados Unidos investigaron la asociación entre la conectividad cerebral y la desigualdad de ingresos. Los resultados forman parte de un artículo de la revista Nature Mental Health, al que la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes tuvo acceso.
En el trabajo se correlacionaron la estructura cerebral y la conectividad funcional en más de 8 mil niños de 9 a 10 años de 17 estados de Estados Unidos con el índice de Gini, esto es, la medida estadística que cuantifica el grado de desigualdad respecto a la distribución de recursos. Los científicos evaluaron el grosor y la superficie cortical de todo el cerebro y lo relacionaron también con ingresos, nivel educativo, tasa de encarcelamiento a nivel estatal y estado de expansión de Medicaid, la asistencia sanitaria para familias de bajos ingresos.
Los especialistas afirman que la desigualdad de ingresos es un determinante único a nivel social del neurodesarrollo y la salud mental, independientemente del nivel socioeconómico individual. En otras palabras, no solo importa cuánto dinero tenga cada persona, sino también la diferencia que hay entre ricos y pobres en la sociedad en la que vive. Esto es independiente a que una persona sea pobre, de clase media o rico.
Para tener referencia, según el índice de Gini, la medida va desde el valor cero, que indica una igualdad perfecta (todos tienen lo mismo) hasta un valor que simboliza una desigualdad perfecta (una sola persona es la que tiene todo). Países con índice de Gini en torno a 0,25 tienen una distribución de ingresos bastante equitativa mientras que, a partir de 0,55 las condiciones son más desiguales. Según datos del Banco Mundial, Argentina tiene un índice de Gini de 0,42 y en Estados Unidos este valor es de 0,41. Ambas determinaciones son del año 2023.
En el estudio publicado en Nature Mental Health, una mayor desigualdad en los ingresos se asoció a una reducción en el grosor y las superficies corticales en diversas regiones cerebrales, así como con una alteración de la conectividad funcional entre múltiples redes cerebrales. Las áreas corticales componen la capa externa del cerebro, zona clave en funciones como el lenguaje, la memoria, la regulación emocional y la toma de decisiones. Por otra parte, la reducción en el grosor se relaciona con una menor capacidad en el procesamiento cognitivo y una mayor tendencia a trastornos psiquiátricos tales como ansiedad o depresión.
El estudio aporta nueva evidencia sobre los mecanismos neuronales a través de los cuales la desigualdad estructural de ingresos contribuye a la psicopatología. Los hallazgos indican que la desigualdad estructural se asocia con diferencias cuantificables en la estructura cerebral y la conectividad funcional. Esto tiene implicancias en la salud mental durante la adolescencia temprana.
La desigualdad de ingresos no solo exacerba el estrés crónico, sino que también evita que los adolescentes tengan acceso a vínculos sociales que brinden apoyo emocional y atenúen los efectos. Según los autores del trabajo, las comunidades con altos niveles de desigualdad tienden a experimentar una mayor segregación, una menor participación cívica y redes sociales más débiles. Esto amplifica el aislamiento y la desconfianza y exacerba el estrés crónico. Este factor es el que influye en la estructura y la función cerebral.
El estudio profundiza sobre la comprensión de cómo la desigualdad de ingresos influye en la estructura y función cerebral y en la salud mental infantil. Abordar la desigualdad a nivel social es esencial para fomentar entornos que favorezcan el desarrollo neurológico saludable y el bienestar mental de todos los niños.
Por Nadia Chiaramoni