El linfoma de células T es un cáncer que se desarrolla en la sangre y en el sistema linfático. Afecta a un tipo particular de glóbulos blancos: los linfocitos T. Al ser menos frecuente que la enfermedad que ocurre en los linfocitos B, es fundamental acumular evidencias y conocimientos que permitan conocer la enfermedad a fondo para desarrollar así mejores tratamientos. En este sentido, investigadoras del Laboratorio de Neuroinmunomodulación y Oncología Molecular del Conicet en colaboración con especialistas del Instituto Carlos Chagas de Brasil y de la Universidad de Cornell en Estados Unidos demostraron el rol de las hormonas tiroideas en la profundización de la enfermedad. Al respecto, Mercedes Debernardi y Florencia Cayrol, conversaron con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad de Quilmes sobre las novedades surgidas a partir de su investigación. Las científicas son las autoras principales del artículo publicado en la prestigiosa revista Blood Advances.
“Los linfomas de células T son un grupo muy heterogéneo de neoplasias agresivas que tienen origen en las células especializadas del sistema inmune, los linfocitos T”, explica Cayrol. Según la especialista, forman parte de un grupo más grande de linfomas conocidos como No Hodgkin, que representan cerca del 4 por ciento de todos los cánceres a nivel mundial. Por su parte, Debernardi aclara que, aunque no presentan una incidencia elevada, conforman una patología muy agresiva. “Al presente, no hay tratamientos específicos más que quimioterapia. Cuando los pacientes tienen recaídas no hay muchas opciones terapéuticas de segunda línea”, continúa Debernardi.
Cayrol cuenta que durante el desarrollo de su tesis doctoral había descubierto que las hormonas producidas en la tiroides activan procesos celulares que contribuyen al comportamiento maligno de las células. En otras palabras, profundizan la enfermedad. En el presente, las científicas del Instituto de Investigaciones Biomédicas (BIOMED UCA CONICET) descubrieron también que las hormonas tiroideas son responsables de la invasión a otros tejidos.
“Una parte de la activación de un proceso que lleva a las metástasis está dado por la acción de las hormonas tiroideas sobre la integrina alfa V beta 3, un receptor que se encuentra en la superficie de los linfocitos T. Esto lo demostramos con ensayos in vitro pero también en animales y muestras de pacientes”, destaca Cayrol. “Cuando inhibimos la acción de las hormonas tiroideas sobre el receptor, se redujeron las metástasis en algunos órganos en particular”, agrega Debernardi.
Futuros tratamientos
Entender cómo se agrava la enfermedad cuando actúan las hormonas tiroideas abre las puertas a nuevos tratamientos que puedan reducir la posibilidad de metástasis. Al respecto, Debernardi explica que ya hay fármacos que pueden inhibir a la integrina alfa V beta 3: “Es un medicamento que se llama Cilengitide y está en estudio para otros tipos de cánceres como los gliomas”.
Además de impedir la acción de este receptor, las científicas también proponen impedir que las hormonas tiroideas actúen y esto se hace con otro medicamento: el bexaroteno. Este último ya se aplica en linfomas cutáneos, por lo que Cayrol y Debernardi proponen reposicionarlo para que se utilice también contra la enfermedad de linfocitos T.
Según detallan en la publicación de Blood Advances, es la combinación de ambos medicamentos lo que incrementa la actividad antitumoral. Este es el tratamiento que las científicas proponen para acompañar a los ya existentes: “Imaginar un reposicionamiento del bexaroteno y más aún, combinarlo con cilengitide, nos acerca a un posible estudio en pacientes y una futura mejora en los tratamientos”, concluye Cayrol.
Cabe destacar que las investigadoras utilizaron tecnología de última generación para estudiar al linfoma de linfocitos T. Esto les permitió identificar posibles blancos de tratamiento, así como también nuevas formas de diagnóstico.
El descubrimiento no solo ayuda a entender mejor una enfermedad poco frecuente y muy agresiva, sino que también abre la esperanza de contar con nuevas terapias. La ciencia demuestra, una vez más, que detrás de cada hallazgo hay una oportunidad para transformar el futuro de los pacientes.
Por Nadia Chiaramoni